Hay que pensar lo complicado que era entonces el transporte del vino: toda una aventura. El único medio de transporte por tierra eran los carros de caballerías (por esto se pedía el ferrocarril en 1895, entrada anterior), y era frecuente el envío por mar. El tren solo llegó en 1905, lo que permitió poner el vino en los puertos de Alicante y Gandía, para conducirlo a diversos destinos. Uno de estos destinos era el puerto de Rouen (en la fotografía) en el norte de Francia y cerca de París. El envío desde Jumilla tardaba un mes.
Un documento que explica este comercio con Francia es la carta enviada por Diego Cerezo, un jumillano en París, al periódico local El Pandero, que reprodujo el Diario de Murcia el 28 de abril de 1887. En este texto se afirma que la calidad del vino de Jumilla era reconocida en el mercado francés, donde se pagaba a 42 o 43 francos el hectolitro, más que otros vinos españoles o italianos. Esto lleva a recomendar a los bodegueros jumillanos que envíen sus existencias a París porque se venderán bien.
Los bodegueros y agricultores seguían haciendo su trabajo con independencia de la política. Al final de la entrada anterior, donde se relataba una asamblea de la Cámara Agrícola en 1895, se dice que España estaba dividida entre tradicionalistas y progresistas. Otra división muy fuerte era entre federalistas y centralistas. La Primera República de 1873, liderada por Francisco Pi y Margall, había dado lugar al levantamiento cantonal en Murcia, Cartagena y al Cantón de Jumilla, que se declaró también independiente. Por tanto, es seguro que en Jumilla había personajes favorables a la república y al federalismo, aunque no los conocemos tanto como a los conservadores. En mi edición de la novela Crimen, venganza y expiación (1863), comenté que probablemente su autor, José María Martínez Iñiguez, era el opositor republicano y cantonalista al Barón del Solar, que era el jefe del partido tradicionalista y centralista en Jumilla.
El episodio del Cantón de Jumilla quedó grabado en las mentes y en los debates políticos de la época. Esto se aprecia en el segundo documento que traemos hoy como curiosidad histórica. Años después de la Primera República, Pi y Margall (1824-1901) seguía en la política como líder del Partido Federal, escribiendo panfletos que pedían la vuelta de la república y la descentralización extrema. Pi y Margall decía algo parecido a lo que han dicho los independentistas catalanes: "España nos roba". Para evitar el expolio desde Madrid, según él, era preciso que los distintos pueblos de España se hicieran independientes, y buscaran el desarrollo por su cuenta. Lo mismo que se alegaba a finales del XIX ha sido alegado a comienzos del siglo XXI por los independentistas. Lean el siguiente texto. Nada nuevo bajo el sol.
En respuesta a uno de esos panfletos, periódicos como El Globo o El Bien Público (2 de abril de 1886) publicaron comentarios (en la imagen) que criticaban duramente a Pi y Margall. En estas críticas, se decía que su federalismo haría resurgir los cantones que habían fracasado en la Primera República, y ponía como ejemplo al Cantón de Jumilla, desde el cual "sus nobles habitantes habían declarado que querían mantener amistosas relaciones con todas las potencias, salvo con los extranjeros de Murcia". Tal fue la fama de nuestros antepasados, tan nobles como buenos empresarios, tan atrevidos como valientes .