viernes, 30 de noviembre de 2018

Vino y política en Jumilla a finales del XIX

Debemos estar orgullosos de nuestra historia.  Las bodegas de Jumilla exportan hoy a todo el mundo con presencia en nuevos mercados, como Estados Unidos o China. Pero empezamos a exportar hace más de un siglo. En los años 1880, el vino de Jumilla se vendía ya en importantes plazas, como Francia. La plaga de filoxera, iniciada en el país vecino en 1868, hizo que los agricultores y bodegueros de Jumilla impulsaran la venta allí. 

Hay que pensar lo complicado que era entonces el transporte del vino: toda una aventura. El único medio de transporte por tierra eran los carros de caballerías (por esto se pedía el ferrocarril en 1895, entrada anterior), y era frecuente el envío por mar. El tren solo llegó en 1905, lo que permitió poner el vino en los puertos de Alicante y Gandía, para conducirlo a diversos destinos. Uno de estos destinos era el puerto de Rouen (en la fotografía) en el norte de Francia y cerca de París. El envío desde Jumilla tardaba un mes. 

Un documento que explica este comercio con Francia es la carta enviada por Diego Cerezo, un jumillano en París, al periódico local El Pandero, que reprodujo el Diario de Murcia el 28 de abril de 1887. En este texto se afirma que la calidad del vino de Jumilla era reconocida en el mercado francés, donde se pagaba a 42 o 43 francos el hectolitro, más que otros vinos españoles o italianos. Esto lleva a recomendar a los bodegueros jumillanos que envíen sus existencias a París porque se venderán bien.






Los bodegueros y agricultores seguían haciendo su trabajo con independencia de la política. Al final de la entrada anterior, donde se relataba una asamblea de la Cámara Agrícola en 1895, se dice que España estaba dividida entre tradicionalistas y progresistas. Otra división muy fuerte era entre federalistas y centralistas. La Primera República de 1873, liderada por Francisco Pi y Margall, había dado lugar al levantamiento cantonal en Murcia, Cartagena y al Cantón de Jumilla, que se declaró también independiente. Por tanto, es seguro que en Jumilla había personajes favorables a la república y al federalismo, aunque no los conocemos tanto como a los conservadores. En mi edición de la novela Crimen, venganza y expiación (1863), comenté que probablemente su autor, José María Martínez Iñiguez, era el opositor republicano y cantonalista al Barón del Solar, que era el jefe del partido tradicionalista y centralista en Jumilla.

El episodio del Cantón de Jumilla quedó grabado en las mentes y en los debates políticos de la época. Esto se aprecia en el segundo documento que traemos hoy como curiosidad histórica. Años después de la Primera República, Pi y Margall (1824-1901) seguía en la política como líder del Partido Federal, escribiendo panfletos que pedían la vuelta de la república y la descentralización extrema. Pi y Margall decía algo parecido a lo que han dicho los independentistas catalanes: "España nos roba". Para evitar el expolio desde Madrid, según él, era preciso que los distintos pueblos de España se hicieran independientes, y buscaran el desarrollo por su cuenta. Lo mismo que se alegaba a finales del XIX ha sido alegado a comienzos del siglo XXI por los independentistas. Lean el siguiente texto. Nada nuevo bajo el sol.




En respuesta a uno de esos panfletos, periódicos como El Globo o El Bien Público (2 de abril de 1886) publicaron comentarios (en la imagen) que criticaban duramente a Pi y Margall. En estas críticas, se decía que su federalismo haría resurgir los cantones que habían fracasado en la Primera República, y ponía como ejemplo al Cantón de Jumilla, desde el cual "sus nobles habitantes habían declarado que querían mantener amistosas relaciones con todas las potencias, salvo con los extranjeros de Murcia". Tal fue la fama de nuestros antepasados, tan nobles como buenos empresarios, tan atrevidos como valientes .

miércoles, 28 de noviembre de 2018

El vino de Jumilla se moviliza en 1895


Los agricultores y bodegueros de Jumilla organizaron una importante asamblea en 1895, en el recién inaugurado Teatro Vico, en la que participaron representantes de pueblos cercanos y numerosos políticos y periodistas, para defender la producción de vino contra las medidas del gobierno. La junta extraordinaria tuvo lugar el 28 de abril de 1895, y la crónica fue publicada en El Correo Español el 2 de mayo de ese año. La crónica que reproducimos hoy, firmada por Sirvio, es un texto ameno y de gusto literario, que explica perfectamente el ambiente que se respiró en aquella asamblea.

El Teatro Vico, inaugurado apenas doce años antes en 1883, estaba repleto. La reunión demostraba el poder de convocatoria de la Cámara Agrícola de Jumilla, ya que asistieron representantes de Yecla, Villena, Aspe, Sax, Pinoso y otros pueblos de la “región murciano-alicantina”. El activismo de los elaboradores de vino de Jumilla buscaba proteger la agricultura, la supresión del impuesto de consumo sobre los vinos, un mejor trato a la industria de alcoholes, y la creación de ferrocarriles para transporte de los productos agrícolas y en especial el vino. La movilización de Jumilla seguía las que se estaban produciendo en otras comarcas vinícolas, como Tarazona, Calatayud, Reus y Cariñena.

Es el momento en que la elaboración del vino en Jumilla comenzó a tener una gran importancia económica debido a la plaga de filoxera en otras regiones, que se había iniciado en Francia en 1868. Los productores franceses y de otros lugares llegaron a Jumilla, donde la cepa monastrell era resistente a la plaga, y comenzaron a dinamizar y modernizar la industria del vino. La reunión demuestra la temprana potencia de Jumilla en el mundo del vino. Merece la pena leer el artículo.


Esta parte del texto explica la movilización:

"La Cámara Agrícola de esta villa, siempre animada de laudables sentimientos por todo aquello que puede hacer en beneficio de la Agricultura e inspirándose siempre en los fines de su institución, concibió el laudable pensamiento de celebrar una reunión extraordinaria en el Teatro de la localidad, invitando al efecto a los pueblos de la región murciano-alicantina, diputados y senadores de estas comarcas, ateneos y círculos, prensa y grandes hombres de todos los partidos y al pueblo entero, que como un solo hombre concurrió a adherirse a los acuerdos que en ella se tomaron y a protestar con todas sus fuerzas y energías del ominoso yugo que los oprime y amenaza privarles de la vida."

Entre los oradores, se cita a Antonio Carpena, notario de la villa que actuaba como Presidente de la Cámara Agrícola, Casimiro Jiménez, el abogado Albano Martínez, el médico Roque Martínez, y el profesor de primera enseñanza José Martínez Martí. Reproducimos una parte del impresionante discurso de Albano Martínez, que despertó una fuerte ovación entre el público asistente:

"A nadie ha de extrañar este cariñoso abrazo, esta corriente de simpatías que se establece de pueblo a pueblo, de ciudad a ciudad. Las nupcias de Alicante y Murcia, que bendijera la naturaleza en el Mediodía, tendiendo sobre los desposados ese manto de verdura, bordado de flores y frutos, cuajado de azahar, vino a consagrarla en trabajo humano… poniendo sobre sus hombros un cordón púrpura que al principio fue un hilo de espumoso vino y después se convirtió en río de roja sangre que enturbian hoy nuestros sudores de muerte y nuestras amargas lágrimas."


En una entrada anterior del blog Yumiella Cultura vimos cómo la Cámara Agrícola defendió los montes públicos de Jumilla en 1894. Esta asamblea de 1895 demuestra que la misma Cámara estuvo muy activa también para defender la viña y el vino. Pero la historia no termina aquí. Más adelante, la Cámara Agrícola se empleó a fondo cuando, tras la Guerra de Cuba y la pérdida de las últimas colonias españolas en el desastre de 1898, los gobiernos de turno quisieron gravar con más impuestos la agricultura y el vino. La Cámara Agrícola de Jumilla se movió de nuevo para evitar esos impuestos, que eran demasiado rigurosos, como explica el historiador Vicente Montojo en este trabajo en Murgetana número 124 de 2011. Montojo subraya que la Cámara de Jumilla es uno de los casos más notables de asociacionismo cívico en la Región de Murcia.


La actividad incansable de agricultores, bodegueros y empresarios de Jumilla consiguió progresos importantes en aquella época. Para los agricultores y para las bodegas era fundamental sacar sus productos al puerto de Alicante o, mejor incluso al de Gandía. Su insistencia permitió llevar el ferrocarril hasta Jumilla. Unos años antes había sido completada la línea férrea Villena – Yecla, y el 29 de enero de 1905 se inauguró la línea Yecla – Jumilla, que permitía transportar el vino a los puertos del Mediterráneo. Unos años después, en 1910 se inauguraba la Estación Enológica, que confirmaba la importancia de la industria del vino en Jumilla. Pero sobre esta época traeremos nuevos datos históricos más adelante.

En fin, volviendo a la reunión de 1895, en las últimas líneas del artículo, el periodista pide perdón por dar su opinión sobre la política del momento, que no tiene nada que ver con la asamblea que relata. Esta opinión refleja la situación política tensa que se vivía en aquella España de finales del XIX. El periodista se declara tradicionalista, y también carlista, pero hay que recordar que al mismo tiempo estaban surgiendo importantes fuerzas políticas y sociales de izquierdas, y esa fuerte división va a conducir después al choque tremendo que se vivió en el primer tercio del siglo XX. Afortunadamente, en la etapa democrática actual, hemos aprendido a convivir en paz sin importar el origen de cada uno, las preferencias culturales, o las convicciones políticas, construyendo un país avanzado plenamente integrado en la Unión Europea.

martes, 6 de noviembre de 2018

La defensa de los montes públicos de Jumilla


A finales del siglo XIX la Cámara Agrícola de Jumilla estuvo muy activa debido a dos asuntos fundamentales. Primero, el reconocimiento de los montes comunales para evitar que fueran vendidos. Segundo, la defensa del cultivo de la vid y de la producción de vino. En esta entrada vamos a tratar la cuestión de los montes públicos, y en la siguiente hablaremos del vino.

La ley de desamortización de Madoz de 1855 había obligado a vender los bienes del Estado, de los municipios y de las corporaciones religiosas. Esta fue posterior a la desamortización de Mendizábal, pero tuvo efectos mayores. Frente a la posible subasta de sus bienes, el Ayuntamiento de Jumilla y la Cámara Agrícola se movilizaron para evitar que los montes comunales fueran vendidos.

Tras le ley de Madoz, en 1859 se hizo un catálogo de los montes de Murcia. El historiador Cayetano Espejo Marín, en un estudio publicado en Murgetana en 1991, concluyó que las mayores extensiones correspondían a Caravaca (64.000 hectáreas), Jumilla (41.000 hectáreas), seguidos de Lorca, Mula y Yecla (27.000 hectáreas). Por tanto, Jumilla tenía una superficie muy considerable de monte público.

En los años siguientes, otros municipios decidieron vender sus montes. Pero Jumilla resistió para asegurar una titularidad pública que se ha continuado hasta hoy. Esto refleja la carta de octubre de 1894 que traemos hoy a este blog como curiosidad histórica. La Cámara Agrícola de Jumilla envió esta carta al Ministro de Hacienda para conseguir que los montes públicos fueran exceptuados de la venta por desamortización. Esta excepción había sido conseguida por Antonio Cánovas del Castillo y plasmada en la Real Orden de 26 de noviembre de 1892. Pero los intereses de algunos desaprensivos que querían hacerse con los montes llevaron a incluir 26 parcelas de montes de Jumilla en la lista de subastas publicadas en el boletín oficial de la provincia de Murcia. Por este motivo, la Cámara Agrícola protestaba al Ministro y pedía que esas parcelas no se vendieran.


La carta enviada al Ministro fue reproducida por el periódico El País, que la publicó en su número de 4 de noviembre de 1894. Aquel periódico se definía entonces como “diario republicano progresista” y estaba dirigido por Alejandro Lerroux, quien después tendría un papel en la Segunda República. Al publicar la carta, el periódico apoyaba la petición de Jumilla.



En su carta, la Cámara Agrícola de Jumilla recuerda la “cesión de todo su término municipal como procomunal” por el Rey Pedro I, lo que fue confirmado por “Don Fernando y Doña Isabel los Católicos”, títulos honrosos que, dice, existen en el archivo municipal. “Tan firme e indiscutible ha considerado siempre este pueblo el derecho a la posesión de sus montes, que en cuantas ocasiones las órdenes emanadas del poder central lo han puesto en tela de juicio, se han interpuesto por los Ayuntamientos a la sazón los correspondientes recursos”. Hay que considerar que los montes eran una riqueza “del común de los vecinos de este pueblo”, como dice la carta, porque se aprovechaban el esparto, la madera, la caza, y muchos otros usos posibles.

La resistencia de Jumilla a través de los siglos ha hecho que hoy sea uno de los municipios de España con una de las extensiones más grandes de riqueza forestal. Hoy podemos disfrutar de este privilegio natural, que se integra con nuestra agricultura, en una época en la que el medio ambiente está cada vez más atacado.

En cambio, otros municipios decidieron vender grandes parcelas de sus montes en el siglo XIX, como imponían las leyes de aquel tiempo. Este fue el caso de Yecla, relatado en este interesante artículo de Francisco José Carpena Chinchilla, publicado por ANIDA (http://anidayecla.blogspot.com/) Asociación Naturalista para Investigación y Defensa del Altiplano en 2006. Muchos montes comunales de Yecla fueron subastados entre 1868 y 1914, pero el proceso estuvo lleno de polémica y de reuniones tensas en el Ayuntamiento, como cuenta el artículo. Posiblemente, un resultado de aquella diferencia sea que, entre los montes de interés público de la Región de Murcia en la actualidad (mapa al comienzo de esta entrada del blog), se aprecian varias superficies importantes en el término de Jumilla, destacando el Carche con la Raja, la Sierra Larga con Santa Ana, y el Molar (y Buey, Cingla y Gavilanes al norte), pero no hay tantos espacios de esa calificación en Caravaca, Moratalla o Yecla, aunque sus montes son de una gran belleza.